SILVIA BARA BANCEL | TEÓLOGA, ESPECIALISTA EN MÍSTICA ALEMANA MEDIEVAL
“La mística es un tema actual, porque anhelamos autenticidad”
La mística y la espiritualidad son temas que interesan ahora a mucha gente ¿Cómo se explica su actualidad?
-Porque hoy, como en todos los tiempos, anhelamos la autenticidad. Henry Bergson, filósofo francés y premio nobel de Literatura, escribió que los místicos experimentan e intuyen una verdad metafísica. Y el teólogo Karl Rahner insistía en que “el cristiano del siglo XXI sería místico, o no sería”. Hoy no nos basta con conocer algo porque no los han contado;queremos vivir personalmente una experiencia.
¿En qué consiste la experiencia mística?
-Esta palabra, mística, se refiere a una experiencia profunda de unidad con el Absoluto, con Dios. La empezó a usar en su libro “La teología mística”, Dionisio Areopagita, un autor cristiano neoplatónico del siglo VI. Místico es alguien que se calla, que está en silencio, que vive hacia adentro. Pero esa referencia a la unidad –henosis, en griego- se puede encontrar no solo en las religiones de todo el planeta, o en la tradición cristiana, que experimenta a un Absoluto que sale al encuentro y ama a cada persona y le remite al amor de los demás, sino también en la sabiduría pagana, de modo especial en Plotino un filósofo, también neoplatónico del siglo III después de Cristo.
Es claro que en los escritores paganos y ateos de la antigüedad clásica, se pueden encontrar algo más que atisbos de todo esto.
-Claro que sí. El espíritu humano tiene siempre, en todas las épocas, también en nuestro tiempo, este anhelo de unidad, verdad y autenticidad. Diferentes tradiciones filosóficas y religiosas cultivan esta sabiduría de conectar con lo más hondo de nuestra existencia. Más allá de los apegos, del ego y de los intereses particulares, aparecen el altruismo y la unidad del género humano.
¿Dónde se puede hacer la experiencia mística? ¿Solo en el silencio, o también en el ruido de la calle y el fragor de los conflictos sociales?
-Se puede hacer en todas partes. Al Maestro Eckhart, le preguntaron: ¿hay que ir al desierto o a lo alto de una montaña y estar totalmente aislado para encontrase con Dios? Y él respondió: “No. Porque el que está mal consigo mismo no puede encontrase con Dios ni en el desierto ni en su habitación”. Se trata de perforar la realidad de cada día y del mundo, pero también hace falta entrenamiento y, de vez en cuando, parar para tomar conciencia. Ejercicios de interiorización y de silencio nos ayudan. Pero podemos encontrar a Dios en todas partes, si aprendemos a mirar… Tenemos el ejemplo de una mística contemporánea Etty Hillesum, judía, que estando presa en el campo de concentración de Auschwitz, vivió una experiencia mística profunda, que le ayudó a acompañar y sostener a otras personas en condiciones extremas de sufrimiento.
Las personas místicas siempre han estado bajo sospecha. Siglos atrás se les denunciaba por heterodoxia o herejía. En nuestro tiempo se les acusa de escaparse de la realidad. ¿Tienen fundamento esas sospechas?
-La persona mística, la que tiene una experiencia personal de Dios, adquiere una profunda libertad interior, y eso puede amenazar a quienes ponen su seguridad en unas leyes que pretenden cumplir a rajatabla. Pero, también puede suceder -como explica Enrique Suso– que una persona que ha tenido una experiencia extraordinaria de Dios, vuelva a la vida cotidiana y se sienta tan unida a Él que llegue a creer que todo lo que hace o siente viene de Dios. Es necesario el discernimiento, porque aunque sintamos a Dios en nuestro interior, seguimos siendo humanos, y nos podemos confundir, o tomar por algo de Dios lo que no es suyo. Ha habido en la historia grandes excesos;por ejemplo, en tiempos de Eckhart, la Herejía del Espíritu: personas que decían “como yo ya estoy unido a Dios no necesito ninguna mediación en mi relación con él, ni cultivar las virtudes, y da igual lo que haga”. La mística cristiana conlleva acción y contemplación: Teresa de Ávila, místicos de todos los tiempos, y el mismo Jesús insisten en la apertura a Dios y al mismo tiempo en el servicio a los demás, y remiten al encuentro con los hermanos. Toda experiencia mística auténtica hace personas maduras, abiertas a los otros, al mundo.
Todas las corrientes místicas insisten y coinciden en la unidad de todo lo existente. ¿Cómo experimenta a Dios un místico cristiano?
-Nosotros somos limitados. Pero Dios es ilimitado, es decir, no se halla limitado por nada;además de ser transcendente, y precisamente por eso, es a la vez inmanente, está en medio de todo. Nosotros no nos hallamos separados de Él, sino que “en Él vivimos, nos movemos y existimos” como dice Pablo (Hechos 17,28), y esa es la base de la experiencia mística. Los Padres griegos, entre ellos Ireneo, hablaban de la divinización del hombre: Dios se ha hecho hombre para que el ser humano sea divinizado, para llegar a la comunión plena con Él. Dios está en nuestro interior, podemos encontrarnos con Él en lo más hondo de nosotros, pero no somos Dios, precisamente porque nosotros somos limitados. Esa es la paradoja. Ahora, en esta vida mortal, podemos experimentar la unidad, pero esperamos alcanzar una vida plena con él.
Silvia Bara ha estudiado alemán y bajo alemán medieval para poder estudiar y traducir al castellano los textos del maestro Eckhart y de sus discípulos. ¿En qué consiste el “desasimiento” del que tanto hablan esos místicos medievales?
-La palabra alemana que Eckhart crea es “gelassenheit”, que significa tener una manera de ser que ha dejado todo, se ha desapegado de las cosas, de sí mismo, y ha dejado su propia voluntad. Puede traducirse como desasimiento, dejamiento o desprendimiento. Y el Maestro subraya que una persona, en tanto en cuanto se desprende, “sale” de sí misma, se hace receptiva y Dios “entra” en ella. Cuanto más se vacía, le hace más espacio. Y eso es un proceso que puede ir en crecimiento, que prepara una receptividad cada vez mayor. No se trata de desprenderse para tener mayor autocontrol de uno mismo, sino de dejar la voluntad propia para ponerse en manos de Dios.
El padrenuestro habla de “hacer la voluntad de Dios”. Pero ¿cómo descubrimos esa voluntad?
-Se trata de ponerse a la escucha, y dejarle actuar en nosotros. Eckhart se adelanta a Ignacio de Loyola, apunta que hay que discernir, y tiene una obra deliciosa titulada “Conversaciones de discernimiento”. La voluntad de Dios no es una heteronomía, una ley que esté fuera de nosotros. Se trata de descubrir lo que Dios quiere para cada cual en un momento o situación concreta. El modelo que proponen los místicos cristianos es la actitud de Jesús: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”
¿Tenemos los humanos un ego muy crecido? ¿Es eso lo que nos hace tener miedo a la muerte?
-Somos criaturas avocadas a la muerte y eso nos da vértigo. Suso, discípulo de Eckhart, afirmaba la necesidad de vivir intensamente el presente y, así, estar preparados para la muerte. En la Edad Media, con los estragos frecuentes que causaba la peste, la gente tenía delante, a diario, su finitud. La mística medieval valoraba mucho la Encarnación, eso de que Dios se hace humano, con un cuerpo y unas limitaciones como las nuestras. Por eso subrayaba que el aquí y el ahora son el escenario del encuentro con Dios, y la importancia de vivir intensamente, estudiando, conociendo y amando apasionadamente a los seres humanos, como si la vida se fuera a terminar mañana. La vida es una devolución de amor, un camino de desprendimiento y eso da mucha alegría. Esos nos lo enseñan los místicos medievales. Ahora tenemos miedo a la muerte porque nos apegamos a las cosas, a nuestro bienestar y proyectos, y nos cuesta aceptar la enfermedad, la perdida de facultades, el no ser capaces de realizar aquello que desearíamos. El desasimiento significa también saber desprendernos de nuestras expectativas y esquemas, y ponernos en manos de Dios hasta el punto de abandonar la falsa imagen que tenemos de Él. Hay que “dejar a Dios por Dios” como dice Eckhart. Juan de la Cruz habla claro de todo eso cuando se refiere a “la noche oscura”, en la que, sin embargo experimenta que “le da a la caza alcance”. Hay que atravesar la noche, la muerte, con la esperanza de que ella no tiene la última palabra, sino que tras ella irrumpe la vida, y una vida en plenitud. Ese es el misterio que celebramos en Pascua.
Como estudiosa de la mística, han llamado su atención los siglos finales de la Edad Media ¿Qué le llevó a esa elección?
-Se han tenido muchos prejuicios acerca de la Edad Media como una época oscura, pero en ella emergieron desde el siglo XII, y se prolongaron durante toda la Baja Edad Media, elementos muy sugerentes y fecundos. Nacieron las universidades, y en ellas se planteó el diálogo de la fe con la razón: la teología no se divorció de la espiritualidad y se centró en la unión con Dios. Se destacaba la humanidad de Jesús, y la escultura y pintura góticas resaltaron su encarnación y sus sentimientos, y mostraron a María embarazada o dando el pecho a su hijo. Esa unión entre razón y fe, teología y espiritualidad, ese modo de poner en valor lo humano como lugar de encuentro con Dios, me parece muy actual y sugerente.
¿Cuáles fueron las escuelas y agrupaciones de hombres y mujeres místicas más señaladas?
-En ciudades del curso del Rin (Estrasburgo, Basilea y Colonia) apareció en el siglo XIII una escuela denominada “mística renana” de la que son principales figuras el Maestro Eckhart y sus discípulos Tauler y Suso;los tres eran dominicos, e influyeron mucho en Teresa de Ávila y Juan de la Cruz. En ese mismo siglo surgieron las órdenes mendicantes, que reflejaron los valores de los nuevos tiempos: la libertad de elección personal a la hora de entrar en la vida religiosa, la toma democrática de decisiones en los conventos, la vida en pobreza, y el anuncio del evangelio de manera itinerante. Las religiosas de Teutonia y Brabante eran muy instruidas, lectoras y copistas de libros, y aspiraban a vivir el evangelio con libertad y radicalidad, y a alcanzar una elevada vida interior. No podemos desconocer a dos grandes mujeres del siglo XII: Hildegarda de Bingen, benedictina y doctora de la Iglesia, o Herrada de Landsberg, del monasterio alsaciano de Santa Otilia, que redactó e ilustró toda una «enciclopedia», el Hortus deliciarum. En ese mismo siglo XII comienza la experiencia de un nuevo estilo de vida, el de las beguinas.
¿Quiénes fueron las beguinas?
-Esta forma de vida, original y nueva en sus orígenes, integraba la vida activa, el trabajo manual y la atención a pobres y enfermos en medio de las ciudades, con una profunda experiencia contemplativa, de oración, lectura y escritura. Eran mujeres laicas. Supuso un espacio de libertad para muchas mujeres que buscaban a Dios y no deseaban ser monjas enclaustradas, y fue un caldo de cultivo favorable para la toma de la palabra, la predicación y la escritura. Conocemos los nombres y escritos de grandes beguinas, poetas, teólogas y místicas como Hadewijch de Amberes, Matilde de Magdeburgo, o Margarita Porete, esta última condenada a la hoguera por la Inquisición en París, en 1310. Vivieron en Brabante, al Norte de Francia, en ciudades alemanas, especialmente al borde del Rin, y en el siglo XIV también en Inglaterra y en las ciudades del Norte de Italia. Sufrieron persecución, a consecuencia de rivalidades entre el clero secular y los frailes, y el Concilio de Vienne llegó a suprimirlas en 1311, excepto a las que atendían hospicios o vivían en Brabante. Muchas siguieron su modo de vida acogiéndose a la regla de la Orden Tercera franciscana, a la que pertenecen personas laicas. En el Reino de Aragón se les llamaba beguinas y en Castilla, beatas. El año 2013 murió en Kortrijk (Bélgica) la última beguina, Marcella Pattyn;tenía 92 años y el ser ciega toda su vida no le impidió trabajar siempre atendiendo a enfermos.
¿Se sabe cómo vivían?
-Ha llegado hasta nosotros una regla de beguinas, de finales del siglo XIII, denominada “Regla de los auténticos amantes”, escrita en francés antiguo. Esta Regla presenta un valor extraordinario para el estudio de su vida cotidiana. Vivían en patios abiertos, o en espacios próximos a hospitales o adosados a conventos de franciscanos o dominicos, pero separadas, cada una en su casa, donde con su trabajo -hilar, tejer, coser, y enseñar a niños- lograban su sustento. No se les permitía mendigar, pero algunas lo hicieron. Se reunían para la oración, la formación y toma democrática de decisiones. Y dedicaban muchas horas al cuidado de personas enfermas y a la atención de gente pobre y excluida. Eran célibes, solteras o viudas, prestaban una promesa de obediencia temporal a una mujer elegida entre ellas, pero no hacían votos perpetuos ni profesión religiosa, no contraían un compromiso de por vida y, si lo deseaban, podían abandonar los beguinajes y casarse o hacerse monjas. La de las beguinas fue, en su tiempo, una experiencia de verdadero empoderamiento de mujeres, que invita a vivir de manera solidaria y encontrar espacios de libertad.
¿Qué literatura produjeron?
-Escribieron, en prosa y verso, usando las lenguas vernáculas de cada país. Atendieron a los modelos de la literatura trovadoresca y de corte, y usaron abundantes alegorías de amado y amante, que recuerdan al Cantar de los Cantares, y la referencia del “beso de Dios” a la humanidad. Se miraban en los modelos de “mujeres fuertes” como María Magdalena, apóstol de los apóstoles, Catalina de Alejandría que hizo enmudecer con su sabiduría a 40 filósofos enviados por el emperador, o Isabel de Hungría, reina que repartió todos sus bienes entre los pobres. Se expresaban en la clave del amor cortés, aunque no desconocían la llamada “teología negativa” indicando que Dios es inefable y permanece más allá de nuestro lenguaje. Su mística de contemplación es un camino de deseo y vaciamiento, de despedirse de los sentidos para llegar al amor.
“La vida es una devolución de amor, un camino de desprendimiento y eso da mucha alegría. Esos nos enseñan los místicos medievales”
Eckhart, Tauler y Suso, místicos de la Escuela Alemana hablan de desasimiento: Vaciarse de sí, para que el Absoluto nos llene”
Fuente: La mística es un tema actual, porque anhelamos autenticidad
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