Fuente: El hombre en busca de sentido – LMEM
Viktor Frankl siendo ya un psiquiatra reconocido en 1942, fue deportado a Auschwitz y Dachau junto a su mujer y sus padres, todos fueron destinados a distintos campos de concentración. Fue allí donde gestó este maravilloso libro en pequeños trozos de papel, que recogía aquí y allá en los que relataba sus experiencias y sentimientos que vivía y sentía en aquel terrible lugar.
Frankl observaba cada día como había compañeros que resistían las más duras condiciones frente a otros que se dejaban morir, literalmente. Al no tener fuerzas interiormente, sus sistemas inmunológicos bajaban y finalmente morían. Se dio cuenta que tanto él como todos aquellos que resistían a esas duras condiciones tanto físicas como psicológicas eran por una razón, habían buscado un sentido a su vida. Viktor le buscó el suyo; sus padres y su mujer le daban fuerza para seguir, el pensar en ellos y en que todo ese horror acabaría y podría reunirse de nuevo con sus seres queridos le daba una fortaleza mental para seguir luchando, como él decía “quién tiene un por qué para vivir puede resistir cualquier cómo”.
Lamentablemente cuando salió del campo de concentración en 1945, nada más y nada menos que tres años después de ingresar en él, descubrió que ningún miembro de su familia había sobrevivido al holocausto, pero Frankl encontró un nuevo sentido a su vida, siguió luchando porque tenía que contarle al mundo entero su aprendizaje personal en esas circunstancias. Fue entonces cuando se afanó en crear su propia teoría, la logoterapia o terapia basada en la búsqueda de sentido. Su primer libro basado en ello fue “A pesar de todo, sí a la vida: un psicólogo en el campo de concentración” y en 1959 se publicó “El hombre en busca de sentido” del que ya se han publicado nueve millones de ejemplares en el mundo. Frankl murió en 1977 con una lección de vida para todos.
“Llegado a este punto desearía hacer una observación. En un principio traté de escribir este libro de manera anónima, utilizando tan sólo mi número de prisionero. A ello me impulsó mi aversión al exhibicionismo. Una vez terminado el manuscrito comprendí que el anonimato le haría perder la mitad de su valor, ya que la valentía de la confesión eleva el valor de los hechos. Decidí expresar mis convicciones con franqueza, y por esta razón me abstuve de suprimir algunos de los pasajes, venciendo incluso mi desagrado hacia el exhibicionismo (…) Al hombre se le puede desposeer de todo menos de la última de las libertades, la libertad para decidir su actitud ante el sufrimiento”. Viktor E. Frankl.
Fuente: El hombre en busca de sentido – LMEM
Autora: Sofia Alcausa Hidalgo
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